John Maxwell (Liderazgo Eficaz) pag. 14-15
Un hombre canoso esta de pie solo en el centro del escenario del auditorio. Tiene un aspecto paternal y distinguido; luce un elegante traje de lana y un finísimo bigote. Revisa la habitación iluminada por el sol, con la pintura descascarada y sus cortinas deshilachadas, y se queda mirando a las personas.
La mayoría de los hombres y mujeres que ocupan los asientos del auditorio son hispanoamericanos o de raza negra. Aunque algunos de ellos no hablan ingles, mantienen su atención fija en el hombre de pie en el podio. Pero su discurso no va dirigido a ellos.
El hombre ha regresado al lugar donde en una oportunidad fue estudiante para dirigirse a sesenta alumnos de sexto grado, que vistieron gorras y atuendos azules, están sentados en la primeras filas.
_esta es su primera graduación, el momento ideal para soñar
_les dice --. Sueñen con lo que quieren ser, el tipo de vida que quieren construir. Y crean en ese sueño. Estén dispuestos para trabajar para lograr ese sueño. Recuerden siempre que cada sueño es importante, porque son sus sueños, es su futuro,. Y vale la pena esforzarse para lograrlos.
--tienen que estudiar – continúa diciendo--. Tienen que aprender. Tienen que ir a la secundaria, y después a la universidad. Sigan en la escuela y yo…
El orador hace una pausa y, entonces, como si estuviera inspirado de repente exclama:
--le daré una beca universitaria a cada uno de ustedes.
De momento se hace un silencio; pero de inmediato una ola de emoción se apodera del público. Todas las personas del auditorio se ponen de pie. Saltan y corren, vitorean, agitan las manos y se abrazan unas a otras.
--¿Qué fue lo que dijo?---exclama una mujer en español
--¡ofreció dinero! Dinero para ir a la universidad—responde su hija a gritos, y se tira en los brazos de sus padres.
El lugar era una escuela primaria ubicada en uno de los barrios bajos de Harlem, azotado por la pobreza, las drogas y la falta de esperanza. Era el multimillonario Eugene Lang un multimillonario quien había egresado de la misma escuela cincuenta y tres años antes…
Un hombre canoso esta de pie solo en el centro del escenario del auditorio. Tiene un aspecto paternal y distinguido; luce un elegante traje de lana y un finísimo bigote. Revisa la habitación iluminada por el sol, con la pintura descascarada y sus cortinas deshilachadas, y se queda mirando a las personas.
La mayoría de los hombres y mujeres que ocupan los asientos del auditorio son hispanoamericanos o de raza negra. Aunque algunos de ellos no hablan ingles, mantienen su atención fija en el hombre de pie en el podio. Pero su discurso no va dirigido a ellos.
El hombre ha regresado al lugar donde en una oportunidad fue estudiante para dirigirse a sesenta alumnos de sexto grado, que vistieron gorras y atuendos azules, están sentados en la primeras filas.
_esta es su primera graduación, el momento ideal para soñar
_les dice --. Sueñen con lo que quieren ser, el tipo de vida que quieren construir. Y crean en ese sueño. Estén dispuestos para trabajar para lograr ese sueño. Recuerden siempre que cada sueño es importante, porque son sus sueños, es su futuro,. Y vale la pena esforzarse para lograrlos.
--tienen que estudiar – continúa diciendo--. Tienen que aprender. Tienen que ir a la secundaria, y después a la universidad. Sigan en la escuela y yo…
El orador hace una pausa y, entonces, como si estuviera inspirado de repente exclama:
--le daré una beca universitaria a cada uno de ustedes.
De momento se hace un silencio; pero de inmediato una ola de emoción se apodera del público. Todas las personas del auditorio se ponen de pie. Saltan y corren, vitorean, agitan las manos y se abrazan unas a otras.
--¿Qué fue lo que dijo?---exclama una mujer en español
--¡ofreció dinero! Dinero para ir a la universidad—responde su hija a gritos, y se tira en los brazos de sus padres.
El lugar era una escuela primaria ubicada en uno de los barrios bajos de Harlem, azotado por la pobreza, las drogas y la falta de esperanza. Era el multimillonario Eugene Lang un multimillonario quien había egresado de la misma escuela cincuenta y tres años antes…
buenas reflexiones
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